La Corte Suprema de Justicia ratificó la condena de 21 años y 9 meses de prisión contra el excapitán de la Armada Nacional Raúl Danilo Romero Pabón por los delitos de demanda de explotación sexual comercial de personas menores de 18 años agravado en concurso con concierto para delinquir agravado.
En 2019, el Juez Primero Penal del Circuito de Cartagena con funciones de Conocimiento condenó al llamado ‘depredador sexual’ tras ser hallado responsable por los delitos antes mencionados. El exmilitar fue considerado responsable de abusos sexuales contra menores de edad, a quienes obligaba a tatuarse sus iniciales, las fotografiaba y filmaba desnudas.
Meses después de ser aprehendido, en julio del 2018, Romero Pabón aceptó los cargos que le imputó la Fiscalía, pero al conocer la condena de 21 años y 9 de prisión se echó para atrás y dijo que había actuado bajo presión. Tras ser apelada la sentencia, el fallo pasó a ser revisado por el Tribunal Superior de Cartagena.
En abril del 2019, el Tribunal anuló la sentencia de primera instancia al considerar que el juez debía escuchar de nuevo a Romero Pabón. Eso sucedió en una audiencia que se realizó de manera virtual en septiembre y en ella el Juez Primero ratificó su decisión y confirmó la condena. Esa sentencia fue apelada y en un nuevo fallo, el Tribunal le confirma la condena.
El hombre, de origen boyacense, contaba con varias condecoraciones en la Armada Nacional.
¡Terrible!
Romero Pabón se convirtió en el primer condenado de la operación Vesta I, un megaoperativo que se realizó en julio y agosto del 2018 en Cartagena y que dejó la captura de 18 personas vinculadas a la explotación sexual comercial de menores de edad en sectores turísticos, entre ellas Liliana Campos Puello, conocida como ‘la Madame’.
Junto con Romero Pabón, de 34 años, retuvieron a una mujer señalada de ubicar la posibles víctimas del oficial en retiro y a un hombre que -al parecer- hacía los tatuajes a las niñas y adolescentes explotadas.
Según la Fiscalía, este hombre no solo accedía sexualmente a niñas, sino que les mandaba a tatuar su nombre o las iniciales de su nombre como un signo de posesión sobre ellas.