HISTORIAS DE DOLOR Y MUERTE  SALEN A FLOTE EN LA REGION DEL DIQUE  DURANTE LA COMISION DE LA VERDAD.

La Comisión de la Verdad realizó durante dos días un recorrido por el canal del Dique, con el fin de propiciar un acercamiento entre víctimas del conflicto y exparamilitares.

Las cifras oficiales no tienen el mas minimo acercamiento a la realidad de las desapariciones y muertes perpretadas los grupos que intervinienron en la zona, grupos armados ilegales que hacían presencia en la subregión del canal del Dique, son cercanas a mil. Sin embargo, hay un subregistro de 12 mil personas que fueron asesinadas o de las que aún se desconoce su paradero. La Ruta del Cimarronaje, que busca exponer esta situación, finalizó ayer en el corregimiento de Pasacaballos un recorrido por el canal del Dique que duró dos días. Una de las paradas obligatorias en esta travesía en la búsqueda de la verdad fue el sector conocido como la Loma de la Muerte, en el corregimiento de Rocha. En este sitio paramilitares perpetraron hechos atroces, utilizándolo para arrojar cadáveres.

En el lugar, que fue visitado por varias víctimas, comisionados de la Verdad, exparamiliares y representantes de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), yace un inmenso árbol de mango, que se ha vuelto un punto de referencia marcado por la tristeza y el dolor.

Testigos de estos hechos aberrantes relatan los momentos de dolor que vivieron al escuchar disparos y gritos de decenas que personas que eran asesinadas. “Cuando ocurrieron estos hechos yo era muy niño (actualmente tiene 20 años) y ordeñaba en esta finca. Sentía los gritos de horror, vi muchas mujeres arrojadas en el canal sin senos. Esta es una zona muy peligrosa, sin embargo, convivir con ellos (paramilitares) era muy normal”, dijo un habitante del sector.

Con lágrimas y mirando las aguas del canal del Dique, un líder de la zona contó cómo fue asesinada una persona a la que apreciaba mucho: “Viví una época donde a mi mejor amigo lo mataron y la verdad es que no tengo las palabras para explicar el dolor que me causó. A él supuestamente lo mataron por cogerse un pájaro. Le pegaron tres tiros y, como no murió en el instante, lo remataron delante de su mamá”.

Otro que no pudo ni quiso contener contener las lagrimas contó como a su abuelo, ciudandero de una finca lo amarranron a un palo dentro de la casa y lo obligaron a ver como violaban de su hija y sus nietas de 23, 11 y 8 años respectivamente. Mi tia, y mis primitas…fue horrible…terminó diciendo

Las miles de historias que surgen alrededor de la dura realidad de esta subregión no terminan. Todavía hay cientos de familias que no han borrado de su mente este cruel episodio. “Los hijos e hijas de mi tiempo cayeron aquí. No sé si mi hermano que está desaparecido desde el 31 de agosto del 2003 está en este río. Yo siento un dolor profundo en mi alma cuando veo el rostro de mi madre cada día inconsolable. No hay nada que la pueda sanar porque no quiere ni verdad ni que la señalen como víctima del conflicto, ella no quiere nada (…) Tiene la ilusión de que su hijo está vivo en algún lugar”, contó Jasmar Pájaro, líder de comunidades negras.

Tanto víctimas como victimarios del conflicto armado coinciden que hay políticos que tienen que ser involucrados en estos hechos. “Ellos (políticos) se reunían en una finca y definían los destinos políticos. Ordenaban limpieza social y atemorizaban a la población.”, indicó una víctima.

En Rocha quedaron prohibidos los rituales religiosos y en muchas poblaciones en las riberas del Dique no salían por las noches por temor a ser asesinados. Los exparamilitares manifiestan que los asesinatos eran perpetrados contra personas que delinquían, que tenían una orientación sexual diferente o que tuvieran un pensamiento contrario a lo que ellos profesaban.

Para Carlos Ospina, el daño que se causó no tiene precedentes: “Mataron una cultura y esto es más grave que matar físicamente, porque están borrando esa parte de ese ser que son miles”.

En medio del encuentro una mujer que fue desplazada y perdió a su esposo en medio del conflicto se encontró cara a cara con Uber Banquez, conocido como Juancho Dique. Ella lo perdonó: “Me hiciste mucho daño, pero te perdono. Hoy lo que quiero es que el Gobierno me ayude porque no tengo nada y vivo con mis hijos. A usted (Juancho Dique) no le pasará nada porque Dios lo guardará”.

“Los cadáveres llegaban a la bahía, pero no se quejaban porque mataban sino porque los cuerpos flotaban y terminaban en el cuerpo de agua. Aquí no dolía que mataban, porque la gente justificaba este hecho. Las estadísticas eran las que alertaban a la Fuerza Pública, porque cada vez que asesinaban a una persona se destacaban las anotaciones”, dijo Uber Banquez, exlíder del frente Bloque de los Montes de María de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).

La JEP concluyó que estos encuentros buscan la sanación de las víctimas y que estas puedan ser visibilizadas. La Comisión de la Verdad espera que estos espacios de reconciliación sean un paso para sanar las heridas que ha dejado la guerra en el país.

El canal se convirtió en una ruta estratégica para el narcotráfico, el robo de gasolina y el tráfico de armas por su salida al mar Caribe. Además, las AUC aprovecharon el conocimiento ancestral de los navegantes de estas comunidades para llegar a diferentes pueblos del Caribe insular y Centroamérica. El canal del Dique sirvió al paramilitarismo como espacio para perpetrar actos atroces que terminaron en desapariciones forzadas. Una dinámica que por más de siete años dejó un número indeterminado de víctimas.