RECUENTO LLEGADA ESPAÑOLES A AMÉRICA  E INVITACION AYUNTAMIENTO

Ayer volví a ver una hermosa niña con nariguera, mal llamada india por los españoles, de la comunidad de los Tule, cuya reserva indígena se halla en la vereda de Caimán Nuevo, corregimiento de El Totumo, municipio de Necoclí, departamento de Antioquia.

Cada vez que tengo la oportunidad de contemplarlas quedo asombrado. ¿El porqué de este asombro?.

Han transcurrido más de 500 años y esa raza a pesar de todos los vejámenes de los conquistadores, de los colonos, de los actores armados, vicisitudes de la naturaleza, pesticidas, drogas, codicia, lascivia y otras plagas que ha inventado el Homo-sapiens, aún se conservan las indígenas de la comarca de San Blas y de Caimán Nuevo, con su hermosura, pudor y respeto. Da gusto verlas esculpir con sus manos de dedos cortos, las legendarias molas, los collares de chaquira, los canastos de corteza de palma de iraca. En silencio mustio siguen siendo laboriosas trabajadoras. Muchos años anduve por sus caminos, eran como senderos transitados por hormigas arrieras.

Hace 500 años que construyeron los españoles el primer poblado en tierra firme del continente americano, nos dicen los historiadores que con los restos de una nave, velamen, cuerdas, maderamen y otras, construyeron un fuerte, en el que quedaron algunos, mientras otros se dirigieron hacia las costas del frente, del Darién, a explorar, en busca del codiciado oro. Meses después al regresar, encontraron el primer poblado en ruinas, habían sido arrasados, quemados y masacrados los habitantes de San Sebastián de Urabá, hoy Necoclí, que se prepara para conmemorar el año venidero los 500 años de su fundación.

Osikana significa piñal en lengua kuna, fue el primer nombre de San Sebastián de Urabá, hoy Necoclí, donde los historiadores de Antioquia, los escritores de Colombia, los poetas y los juglares, es esparcirán por nuestras calles y con las frescas brisas de la mar, se deleitarán en la tierra de los Kunas, hoy santuario de etnias.

Danzarán los afrodescendientes con el ardiente bullerengue, chandé y mapalé. Veremos a los chilapos, sinuanos, cordobeses, con el porro paletiáo, evocar a la legendaria María Varilla, mientras de sus manos engarfiadas al aire, lloran las velas de alegría, al chisporroteo cálido, untando el sombrero vueltiáo… hay que verlas, como mueven sus caderas, como las palmas de Osikaná en tardes de verano, y que decir del paisa engalanado con el poncho, carriel, zurriago, cantando al viento y deleitándonos con sus picarescas trovas, sí, en Necoclí se conjugan todas las razas, cantera de nuestra historia.

Hace 500 años, las níveas alas de gaviotas en el horizonte se trocaron en velas, las naves vomitaron fuego y la paz ancestral revoloteó por los aires, las lianas se conmovieron y por ello los primates, las aves canoras, los peces y todas las especies comenzaron a protestar. En algún lugar de Urabá se celebraba un encuentro de culturas diversas, un Nele Kuna (sabio) elevaba la mirada al cielo al escuchar los estampidos, la paz acababa de ser horadada; al mismo instante hincado de rodillas en las alfombras de arena, ALONSO DE OJEDA fundaba a San Sebastián de Urabá, corrían los años de 1509. Y en nuestras selvas por primera vez comenzó a oler a incienso, perfume Místico del Ser Divino.   

ISMAEL PORTO HERRERA.